El extraordinario 2020 profundizó tensiones ya existentes en el ámbito educativo. No sería justo decir que no hubo clases, pero a la vez, la virtualidad demostró no ser un reemplazo de la presencialidad, aunque sí un complemento necesario para un mundo cada vez más conectado. Revalorizar la institución que marca el pulso social dependerá de abocarse a resolver las tareas pendientes, brindando un piso de igualdad para las oportunidades de todos.