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Viernes 08.01.2021 - Última actualización - 16:00
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Escándalo en Washington

"El Día del Juicio": la opinión de Arnold Schwarzenegger sobre el asalto al Capitolio

"Es hora de poner fin al intento "estúpido, loco y malvado" del presidente Trump de aferrarse al poder!, afirmó a través de una publicación en "The Economist" el actor y exgobernador de California

 Crédito: Captura de pantalla
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Escándalo en Washington "El Día del Juicio": la opinión de Arnold Schwarzenegger sobre el asalto al Capitolio "Es hora de poner fin al intento "estúpido, loco y malvado" del presidente Trump de aferrarse al poder!, afirmó a través de una publicación en "The Economist" el actor y exgobernador de California "Es hora de poner fin al intento "estúpido, loco y malvado" del presidente Trump de aferrarse al poder!, afirmó a través de una publicación en "The Economist" el actor y exgobernador de California

El actor y exgobernador de California Arnold Schwarzenegger publicó en El Economista una dura reflexión sobre los lamentables episodios ocurridos este miércoles en Washington, donde adeptos a Donald Trump tomaron por la fuerza el Capitolio, el símbolo de la democracia estadounidense. 

 

 

 

En el escrito, Schwarzenegger  recordó que nunca se debió anteponer un partido "al gran experimento estadounidense". 

 

 

El texto completo*

Estados Unidos fue mi primer amor. Me enamoré de este país mucho antes de tener la suerte de vivir aquí. Sentí que pertenecía a este lugar desde el momento en que vi en la escuela primaria mis primeras imágenes de rascacielos, puentes enormes, Cadillacs, playas y Hollywood.

 

Y cuantas más cosas aprendía sobre la fundación de Estados Unidos, sobre la visión de los Padres Fundadores, sobre esta tierra de oportunidades, más se apoderaba de mi su hechizo. Para cuando tuve la suerte de mudarme aquí hace más de 50 años, lo que sentía era una verdadera obsesión.

 

Hoy estoy muy preocupado por mi país. Como inmigrante, como estadounidense y como republicano, mi deber es hablar.

 

Crecí entre las ruinas de un país que se rindió a la democracia y tuvo que hacer frente las consecuencias. Quizás piensen que me muestro demasiado sensible al respecto, pero cuando uno ha vivido como yo todas esas consecuencias, créanme, es para preocuparse.

 

Cuando nací, en 1947, dos años después del final de la segunda guerra mundial, Austria se encontraba en medio de una hambruna. Crecí rodeado de hombres destrozados que intentaban ahogar en alcohol su culpa por haber participado en el régimen más malvado de la historia. Habían formado parte de un sistema que asesinó a 6 millones de judíos junto con al menos otros 5 millones de personas inocentes, que torturó y experimentó con seres humanos y que inició una guerra que causó 75 millones de muertes. No todos ellos eran furibundos antisemitas o nazis. Muchos se habían limitado a dar un paso tras otro por el camino hacia un mal cada vez mayor porque ésa era la ruta más fácil.

 

No creo que Estados Unidos sea capaz de esos abismos de maldad, pero creo que debemos recordar las terribles consecuencias de elegir el egoísmo y el cinismo por encima del servicio y la esperanza. Quiero estar seguro de que no damos esos pasos fatídicos.

 

Las acciones del presidente Donald Trump para destruir la fe en nuestras elecciones y arrojar por la ventana siglos de principios estadounidenses deben ser acogidos con el rechazo universal de todos los dirigentes políticos, independientemente del partido al que pertenezcan.

 

Las alegaciones de fraude electoral masivo han sido rechazadas por un tribunal tras otro (59 demandas rechazadas por diversos tribunales, incluido el Tribunal Supremo), por el Departamento de Justicia y por funcionarios electorales estatales de ambos partidos. No hay duda de quién ha ganado las elecciones presidenciales y continuar esta farsa es algo estúpido, loco y malvado.

 

La petición del presidente Trump al secretario de estado de Georgia Brad Raffensperger de "encontrar 11.780 votos", hecha en una grabación telefónica que se ha filtrado, supone un momento muy bajo en la historia de Estados Unidos. Si no le hubiera dado ya el mes pasado a Brad Raffensperger el premio Héroe de Acción de la Democracia (que mi instituto en la Universidad de California Meridional entrega para reconocer a los funcionarios que protegen los valores estadounidenses) estaría batallando ahora por concedérselo. Es un verdadero héroe por enfrentarse a esa basura antiestadounidense.

 

El 6 de enero, cuando se cuenten los votos de los colegios electorales, los dirigentes políticos de Washington se enfrentarán a una elección. Una vez hice una película de Terminator llamada El Juicio Final. Era sólo una película de Hollywood. Sin embargo, el 6 de enero es el Día del Juicio para muchos políticos. ¿Elegirán estar del lado de los votantes, o elegirán estar del lado de su partido y su egoísta presidente?

 

Quiero que sepan esto quienes en mi partido consideren alzarse el 6 de enero contra los votantes: nuestros nietos sólo conocerán sus nombres por ser los villanos que lucharon contra el gran experimento estadounidense y la voluntad de los votantes. Vivirán en la infamia.

 

John F. Kennedy escribió uno de mis libros favoritos, Perfiles de coraje, una obra que me sirvió de guía en mi propio servicio público. Si nuestros políticos siguen ese camino y deciden hacer caso omiso de la voluntad de los votantes, habrá que escribir una continuación que tendrá que llamarse Perfiles de cobardía y que estará dedicada a los dirigentes que eligieron el partido por encima del país, la conspiración por encima de la democracia y a un hombre por encima de 81 millones de votantes.

 

Cuando George Washington dejó el cargo, escribió un discurso de despedida que resuena hasta hoy a lo largo de la historia. Fue nuestro único presidente independiente y nos advirtió de modo específico acerca del peligro de los partidos políticos. Hoy nos parece que es alguien que ha viajado en el tiempo (aunque pensaba que eso era cosa mía):

 

El dominio alterno de una facción sobre otra, agudizado por el espíritu de venganza, connatural a la disensión partidaria, que ha cometido en diferentes épocas y países las más horrorosas atrocidades, constituye en sí un espantoso despotismo. Sin embargo, conduce a la larga a un despotismo más formal y permanente. Los desórdenes y las desgracias que resultan de él inclinan gradualmente la mente de los hombres hacia la búsqueda de seguridad y descanso en el poder absoluto de un individuo; y tarde o temprano el jefe de alguna facción predominante, más capaz o más afortunado que sus rivales, desvía esa disposición hacia los propósitos de su propio ascenso, sobre las ruinas de la libertad pública.

 

Es hora de que los miembros de mi partido se retiren del campo de batalla partidista y acepten los resultados de las elecciones. Nunca debemos anteponer nuestro partido al gran experimento estadounidense. Nunca debemos olvidar que primero somos estadounidenses. No debemos olvidar que el poder de nuestros políticos proviene de los votantes, y ellos han hablado.

 

Que Dios bendiga este país y a todos los estadounidenses lo bastante valientes para defenderlo. Que Dios ayude a quienes estén dispuestos a tirarlo todo por la borda.

 

*Traducido por Juan Gabriel López Guix para La Vanguardia

 
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