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Jueves 12.05.2022 - Última actualización - 3:35
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Crónica política

Prisioneros de los rigores de lo real

Alberto Fernández y Martín Guzmán, ministro de Economía de la Nación. Son los principales focos del ataque de los kirchneristas más duros e impacientes, que ejercen una desgastante oposición interna al gobierno del Frente de Todos.   Crédito: GentilezaAlberto Fernández y Martín Guzmán, ministro de Economía de la Nación. Son los principales focos del ataque de los kirchneristas más duros e impacientes, que ejercen una desgastante oposición interna al gobierno del Frente de Todos.
Crédito: Gentileza

Alberto Fernández y Martín Guzmán, ministro de Economía de la Nación. Son los principales focos del ataque de los kirchneristas más duros e impacientes, que ejercen una desgastante oposición interna al gobierno del Frente de Todos. Crédito: Gentileza

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Crónica política Prisioneros de los rigores de lo real

I

 

La disputa política alrededor del poder está instalada en el interior del peronismo. Algunos lo presentan como debate, otros como guerra. Seguramente no es una guerra, pero está muy lejos de ser un amable debate. Por lo pronto, lo que se observa en la superficie son las imágenes más complacientes del conflicto. Los líderes en estas circunstancias suelen ser diplomáticos en sus declaraciones, pero en las segundas y terceras líneas del poder la disputa por los espacios se distingue por su dureza. La pregunta de fondo es si la "nave" del gobierno llegará al puerto de 2023 con más o menos descalabros en su estructura o, si por el contrario, naufragará como consecuencia de los reiterados motines a bordo. Si una opinión personal me es permitida, aliento la hipótesis de que Alberto Fernández concluirá su mandato. Dejará un país maltrecho y devastado por sucesivas crisis, pero cumplirá con el período constitucional, entre otras cosas porque, más allá de sus refriegas internas, la oposición real, es decir Juntos por el Cambio, está muy lejos de propiciar asonadas conspiraciones o maniobras desestabilizadoras como las que padeció cuando fue gobierno entre 2015 y 2019.

 

II

 

Las diferencias internas en el Frente de Todos son reales. Tal vez un poco magnificadas por la prensa, pero no por ello menos reales. Puede que algunos dirigentes estén más enojados, o que otros intenten disimular las diferencias o alienten las esperanzas de superarlas, pero por lo pronto la crisis está abierta y sus principales jefes se encargan de expresarla. Cristina lo hizo en diversas ocasiones, pero su manifestación más clara la expresó cuando fue designada doctora "honoris causa" en la Universidad del Chaco. Alberto, como observara un colega, necesitó tomar más de diez mil kilómetros de distancia para decir algo parecido, pero también lo dijo. Se considera que estas disidencias entre Alberto y Cristina siempre estuvieron presentes. Como también estuvieron presentes las perspectivas propias de gobernadores y dirigentes sindicales. Una coalición es precisamente eso: una diversidad de perspectivas alrededor de un centro. El centro en este caso fue recuperar el poder para el peronismo en las condiciones históricas de 2019, condiciones cuyo rasgo distintivo, curioso y hasta estrafalario, fue la elección de un presidente por parte de una vicepresidente.

 

III

 

Las coaliciones políticas pueden ser equilibrios constantes o acuerdos transitorios que se deshacen a la primera tormenta. El futuro dirá de los grados de consistencia de esta coalición en el poder. Lo seguro es que las turbulencias ya se desataron y habrá que observar si la nave supera la tormenta, y en qué condiciones la supera. Lo que parece estar fuera de discusión es que la tormenta existe y los tripulantes han empezado a recelar de las condiciones de los pilotos. Se dice que el kirchnerismo pide la cabeza de Guzmán, Kulfas y Moroni. En ese orden. Para algunos seguidores de Cristina, Guzmán ya se parece a Espert o a López Murphy, lugar que el actual ministro jamás hubiera imaginado a ocupar, ya que siempre se consideró un discípulo de Stiglitz. ¿Guzmán traicionó a sus ideales y capituló ante el detestable neoliberalismo? Objetivamente no me atrevería a ser tan concluyente como parecen ser los dirigentes kirchneristas más radicalizados, o impacientes, o irresponsables. Conociendo las tramas del poder y los campos de relaciones de fuerzas con los que hay que bregar, estoy más inclinado a suponer que el problema de Guzmán es que ha tropezado con los rigores de lo real. Y el rostro de lo real no suele ser tan agradable o tan distendido y armonioso como lo describen las teorías.

 

IV

 

Lo he escrito en otras ocasiones y lo reitero: el problema de la Argentina consiste en hacer funcionar el capitalismo en las condiciones actuales, y en este caso en particular, en una sociedad cuyas demandas sociales son altas, muy superiores a los que el sistema puede conceder. En una nación que merezca ese nombre, esta consigna, "un capitalismo que funcione en una sociedad de bienestar", incluye políticas económicas claras, pero también la presencia de un estado fuerte. Mercado y estado. Y no mercado o estado. En ese matiz reside la cuestión. Algunos privilegian el rol del mercado, otros el del estado. La experiencia histórica de las naciones enseña que la sabiduría política consiste en decidir históricamente las proporciones de esa relación, proporciones que se deciden en el territorio de la interacción social, del conflicto social y de las propias relaciones de poder. Cuánto estado y cuánto mercado es necesario. He aquí el dilema. En la actualidad todo está mal. Disponemos de un estado fofo, corrupto e ineficiente y de un mercado bloqueado por impuestos, retenciones y un empresariado prebendario. De la ecuación estado-mercado, nos las hemos ingeniado en ejercer sus peores variables: empresarios que no compiten y practican con singular entusiasmo el capitalismo de amigos; y un estado prebendario, clientelístico, con sus principales agencias funcionando a media máquina ( y a veces, a mucho menos) y con un poder político que lo concibe como un botín. Como consecuencia de ello, disponemos de un país que no crece, no reproduce de manera efectiva sus condiciones materiales de vida, se endeuda, gasta mucho más de lo que produce y desaprovecha sus ventajas naturales y comparativas. .

 

V

 

Colocado en esta emergencia, para el populismo la salida pasa por ampliar el rol del estado, sancionar o expropiar a los grupos privilegiados del poder económico y distribuir en nombre de la justicia social y la ampliación del mercado interno. Para el neoliberalismo, es decir, para lo que el kirchnerismo califica como "neoliberalismo", el crecimiento económico es la condición necesaria para una posible distribución justa de la riqueza. No hay crecimiento, estiman, sin reformas impositivas, previsionales y laborales, es decir, sin un ajuste, palabra que a los populistas los espanta como a Drácula el crucifijo. Ajuste y neoliberalismo para el populismo son casi sinónimos. Y neoliberalismo para los K es algo más que una teoría económica o un modelo político; es, lisa y llanamente, el mal. Lo sorprendente es que ni populistas ni neoliberales se han puesto de acuerdo acerca del contenido de esa palabra maldita. Conozco la bibliografía liberal y salvo una o dos excepciones, ningún político o economista liberal incluye la partícula "neo" a sus posiciones. ¿Y entonces? Sencillo: se trata de consignas destinadas a demonizar, más emocionales que racionales. Puede que "neoliberalismo" sea algo parecido a lo que Benedetto Croce calificó en su momento como "liberismo", es decir, una versión del liberalismo que privilegia exclusivamente las relaciones del mercado, postergando a un segundo o tercer plano las otras condiciones del liberalismo como hijo de la ilustración y la modernidad: el Estado de derecho, las libertades políticas y culturales y la república democrática.

 

VI

 

Discusiones para más adelante. Vayamos a los hechos inmisericordiosos e impiadosos de la realidad. Les guste o no a los kirchneristas de paladar negro, Martín Guzmán no es un neoliberal, pero debe hacerse cargo de los rigores de la vida real, que es algo así como admitir que la ley de la gravedad existe o que uno más uno es dos, por más vueltas que queramos darle. Veremos de aquí en más las consecuencias de ese encuentro con lo real por parte de las actuales autoridades económicas que no creen en lo que están haciendo (acuerdo con el FMI, por ejemplo) pero a los que no les queda otra alternativa que intentar hacerlo. Para concluir, observación de comedido con la inevitable cuota de paradoja: cuanto más se posterguen las decisiones que se deben tomar para salir del actual estancamiento económico, más imperiosas serán en el futuro inmediato o mediato las soluciones "neoliberales". Al respecto, el dilema será de hierro: o el ajuste lo hace el mercado o al ajuste lo hace el estado. En todas las circunstancias el ajuste es un trámite insalvable. Si simpatizamos con los valores de la justicia, la compasión o la equidad tratemos que sea el estado, porque el ajuste del mercado será mucho más impiadoso.

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El texto original de este artículo fue publicado en nuestra edición impresa.
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