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Lunes 31.01.2022 - Última actualización - 15:21
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Por Julieta Ninno

La cultura de la cancelación: desde la antigüedad hasta las redes sociales

"La cultura de la cancelación" de Juan Gabriel Battalla, publicado por el sello Indicios de Ediciones Urano.
Crédito: Gentileza

"La cultura de la cancelación" de Juan Gabriel Battalla, publicado por el sello Indicios de Ediciones Urano. Crédito: Gentileza

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Por Julieta Ninno La cultura de la cancelación: desde la antigüedad hasta las redes sociales

Por Julieta Ninno

 

¿Qué significa "cancelar" a alguien? Los jóvenes arrojan esta palabra trivialmente, con una risa, una especie de orgullo que hace que se les infle el pecho. Hacen un click, publican un tweet, y listo, han cumplido con una especie de deber moral superior, una gran hazaña que creen que terminada una vez que se alejan de su celular. Observando con detenimiento, están siendo parte de lo que se conoce como la "cultura de la cancelación". Un grupo de personas deja de apoyar y se opone vehementemente a alguien que dijo o hizo algo que se considera problemático, tóxico, ofensivo o inmoral. "Cancelamos" a J. K. Rowling, la autora de Harry Potter, por sus actividades y comentarios transfóbicos. "Cancelamos" a Johnny Depp por sus acusaciones de violencia de género, entre otras. "Cancelamos" a Ansel Elgort, el actor de Bajo la Misma Estrella, cuando fue acusado de acoso sexual. Vemos algo que no nos gusta, dibujamos una enorme cruz roja sobre ello, y procedemos a demostrar nuestro disgusto. A partir de ese momento, se ha dictado sentencia. Lo que no nos gusta está cancelado, con la simpleza de un botón en una plataforma online.

 

¿Pero es este fenómeno algo realmente nuevo? De acuerdo al periodista Juan Gabriel Batalla, la cultura de cancelación ha sido parte de la historia de la humanidad desde la Antigüedad, y solo recientemente ha encontrado una nueva y más poderosa (y peligrosa) expresión en las redes sociales. Su nuevo libro, "La Cultura de la Cancelación", ha sido publicado por el sello Indicios de Ediciones Urano, y explora cómo la tecnología ha potenciado este fenómeno cultural a una escala sin precedentes. Para comprender mejor de qué se trata la cultura de la cancelación y sus consecuencias, presentamos a continuación una entrevista con Juan Batalla.

 

-La cultura de la cancelación es un tema popular en las redes sociales. Lo debatimos constantemente, somos incluso bastante conscientes de ello, pero solemos pensar en este fenómeno como algo puramente reciente, un producto del siglo XXI y de la era de la información. En tu libro, Juan, planteas la cultura de la cancelación como algo que siempre ha sido parte de la humanidad. ¿Por qué crees que es importante remontarnos al pasado para estudiar este fenómeno?

 

JUAN BATALLA: Efectivamente. La cultura de la cancelación es un fenómeno atribuible a la actualidad, en el que tiene a las redes sociales como canal que distribuye y aglutina opiniones que, justamente, llevan a que una persona o una obra pueda ser cancelada, pero si corremos el velo de la tecnología, si corremos lo evidente y lo que nos llama la atención, podemos comprender que esta actitud de censura hacia un objeto cultural tiene grandes antecedentes en la historia de la humanidad, desde la antigüedad. Pensemos en la quema de libros, en la erradicación de religiones por otras religiones, incluso en violaciones de derechos humanos por tener un pensamiento político diferente o un credo determinado que no era acorde al del poder de turno. Eso también eran cancelaciones, el poder al servicio de la negación de lo disidencia de manera brutal.

 

Considero importante, entonces, mirar hacia atrás para generar un entendimiento entre el comportamiento humano del ayer con el de hoy, poder armar posibles conexiones y lecturas que no se queden solo con "lo tecnológico"; como lo importante, porque a fin de cuentas estamos hablando de comportamiento, individual y social. Lo que antes era realizado por un Estado o la Iglesia, por citar dos espacios históricos desde donde se cancelaba, hoy se ve desplazado por un grupo de personas que, sin conocerse, pueden ejercer presión para llevar adelante una campaña cancelatoria.

 

-Los debates respecto a la cultura de cancelación suelen centrarse en sí ésta es "correcta" o si es algo "malo" que debemos erradicar. ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Existen facetas positivas o todavía debemos encontrar una manera fructífera de emplear esta herramienta?

 

J. B: Ninguna cancelación puede ser positiva, en todo caso lo que puede hacer es sumar y enriquecer el debate sobre algunas circunstancias que nos llevan a esa cancelación. En el caso de una persona que cometió un delito, por ejemplo, y siempre y cuando sea comprobado, la situación puede ayudar a colocar en escena una serie de porqués. Tomemos el caso de Michael Jackson o Woody Allen, por ejemplo, que fueron cancelados por delitos relacionados al abuso de menores. Entonces, ¿por qué estas personas, en caso de ser culpables, pudieron hacer lo que hicieron?, ¿quién o qué los protegía?, ¿qué nos dice eso sobre la sociedad en la que vivimos? podrían ser algunas de las preguntas. En el caso de su obra, o cualquier obra artística o intelectual, pensar en una cancelación no solo no es recomendable, sino más bien imposible, porque en muchos casos hablamos de personalidades que han tenido un profundo impacto en la cultura contemporánea, y no solo en el público, sino también en otros artistas. Porque algo nos resulte incómodo o porque rechacemos su proceder, silenciarlo no es la salida. El arte debe ser incómodo en muchos sentidos, y ayudarnos a reflexionar para crecer como sociedad.

 

 

-¿Crees que existe o existirá eventualmente una alternativa a la cultura de la cancelación? Si este fenómeno ha estado presente hace tanto tiempo, ¿cuál sería tu pronóstico para el futuro, Juan?

 

J. B.: Es imposible prever qué sucederá. Si lo ponemos en ejemplos prácticos, los propios usos de las redes sociales van mutando con el tiempo. Por ejemplo, Facebook de 2015 no es el de 2022. Por otro lado, no todas las cancelaciones son efectivas, ni en todos lados se cancela por lo mismo. Hay cuestiones que están muy relacionadas al "ahora", a lo urgente, y otras que resurgen por cierto puritanismo idealizante que considera que el conflicto desaparece por su negación o que el otro dejará de existir porque es incómodo para nuestro propio sistema de valores. Y como dije antes, esto no es nuevo, existe desde que el mundo es mundo…

 

 

Lo que antes era realizado por un Estado o la Iglesia, por citar dos espacios históricos desde donde se cancelaba, hoy se ve desplazado por un grupo de personas que, sin conocerse, pueden ejercer presión para llevar adelante una campaña cancelatoria.

 

Porque algo nos resulte incómodo o porque rechacemos su proceder, silenciarlo no es la salida. El arte debe ser incómodo en muchos sentidos, y ayudarnos a reflexionar para crecer como sociedad.

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El texto original de este artículo fue publicado en nuestra edición impresa.
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