Inés Masino, la madre de Julio Cabal, aseguró que va a luchar para que su muerte no sea en vano. “Cómo no vamos a tratar de cambiar las cosas. Era lo que él quería”, dijo.
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Inés Masino es la madre de Julio Cabal, el joven comerciante asesinado el pasado martes en la zona céntrica de la ciudad. Todavía no sabe qué va a hacer con la ropa de su hijo, pero lleva puesta una de sus remeras. “Esto es fuertísimo, duelen las tripas”, dijo la mujer este jueves en el living de su casa. Su rostro evidencia un padecimiento difícil de imaginar. A pesar de todo, ella decidió acceder a una entrevista. “Hablar de esto es como volverlo a tener a Julio por un ratito”, susurró.
Julito tenía 29 años, tocaba la guitarra en distintas bandas y era amante del heavy metal. Hablaba perfecto el inglés y llegó a vivir un año en Gran Bretaña. Volvió al país porque se cansó del “Primer Mundo”, donde no existía el “rock&roll” que a él le apasionaba. También trabajaba en el negocio de la familia de calle Urquiza al 2200, una fiambrería en la que fue ejecutado de un tiro en el corazón, en pleno día.
“Era un tipo que luchaba por la justicia. Era justo en todo. Sincero. Odiaba la mentira. Odiaba la gente oscura, la que esconde cosas, aunque era muy reservado. Es muy difícil de describir, porque era muy especial. Quería que todas las personas tengan las mismas oportunidades. No militaba políticamente, pero creía en los Derechos Humanos puros. Soñaba con la igualdad para las personas y decía que lo único que podía sacar a la gente de la mierda era la educación. Era muy firme en sus convicciones”, recordó Inés.
Durante la multitudinaria manifestación que estalló este miércoles y terminó frente la Casa de Gobierno, familiares de otras víctimas de la inseguridad agitaron las banderas de la “pena de muerte” para los delincuentes, algo que fue aplaudido por la mayoría de los participantes.
“Julio no quería eso. Nada más alejado de él y su pensamiento. Él era justo. Era árbitro de rugby. Jugó a ese deporte y le gustaba mucho. Pregonaba el respeto. Todo eso lo había formado en su personalidad. Le salía impartir justicia”, aseguró la mujer.
El tiro
“Creo que nunca sirve una muerte. Sólo genera sufrimiento, pero espero que esta contribuya a que la gente se ponga las pilas con la seguridad. Tiene que hacerlo la sociedad. No creo que lo hagan los políticos, porque para lo único que ellos ocupan sus funciones es para llenarse de guita”, disparó.
Sobre el momento del crimen, Inés contó que era casi la hora del cierre. “Estaban limpiando las máquinas ya, mi hijo y la empleada. Para mí que el tipo se asustó cuando lo vio a Julio. Mi marido había salido segundos antes para llevar un pedido y seguro que este sujeto pensó que la chica iba a estar sola adentro. Julio estaba en la cocina o en el depósito. Este hombre lo vio y le disparó. No creo que le haya dado tiempo a nada. Para mí que no se resistió.
Pesaba 60 kilos y era más chiquito que yo. Es una locura pensar que ofreció resistencia. Le habían robado diez mil veces y siempre decía que había que entregar todo. Desde que iba al colegio le robaron... el celular, la plata para la merienda, una bicicleta”.
Luz
“Julio tenía una cabeza loca. Escribía poemas y lo hacía muy bien. Era brillante. Por eso digo que me va a iluminar y voy a tratar de que su muerte no sea en vano. Cómo no vamos a intentar cambiar algo. Era lo que él quería. No sabía cómo ni tampoco desde qué lugar, pero lo deseaba”, remarcó.
“Es un espanto lo que estamos viviendo, pero el crimen generó una reacción que no quiero dejar pasar. No lo quiero politizar al tema, pero lo lógico sería que se vayan todos, del primero al último. Lo que le pasó a mi hijo fue causado por la falta de educación y de oportunidades que tiene la gente”.
Expectativas
“Debería haber justicia, pero lamentablemente no tengo muchas esperanzas. A los 52 años, todavía estoy esperando que encuentren a los que secuestraron a mi viejo cuando yo tenía 7. Se llamaba Ricardo Masino y era hijo de un empresario, mi abuelo. A mi hermano, que tenía 3 años, le apuntaron con un arma larga en la cabeza. Mi papá estuvo 48 días en cautiverio, hasta que pagamos el rescate. Tuvimos suerte. Lo devolvieron vivo. Nunca nadie investigó”, se quejó la mujer.
“Un 24 de diciembre -añadió- me vinieron a robar. Rompieron la puerta de casa. Llegamos y encontramos todo dado vuelta. Los choros habían tomado agua de una botella que quedó ahí. Nadie la analizó. La falta de profesionalismo y vocación llama la atención”.
Laburante
“Seguramente vamos a abrir uno de los negocios este viernes. No sé si alguna vez volveremos a abrir el de calle Urquiza. No creo que podamos. Es una pena, porque hicimos un esfuerzo terrible para armarlo. Al mes de inaugurar ese local tuvimos un accidente. Yo quedé en silla de ruedas por tres meses y fui con andador a trabajar. A mí me hace bien laburar”, enfatizó Inés.
Sin oportunidad
Inés es empleada del Hospital Cullen desde hace 20 años y actualmente se desempeña como jefa de compras. “El hospital es un monstruo. Trabajar ahí es como hacer un máster en administración de la salud. Es como jugar en Boca. Estás todo el tiempo aprendiendo y corriendo atrás de las necesidades. Los recursos nunca alcanzan porque es enorme la demanda”, manifestó.
La mujer agradeció a todo el personal del centro de salud, donde paradójicamente murió su hijo. “Se trata de un equipo formidable. El cirujano que lo operó es amigo de toda la vida. Imagino lo difícil que debe haber sido para él darnos la noticia. Hicieron todo lo posible, pero no porque fuera yo. Es lo que se hace siempre, por todos. Por el chorro se actúa de la misma manera. Corremos, le compramos lo mejor y a eso te lo puedo asegurar porque soy la que va de un lado a otro para conseguir desde un tornillo hasta un resonador. Todo pasa por mi oficina”, explicó Inés.
“En el Cullen todos los días se salvan vidas. Todos los días -reafirmó-. Lamentablemente, mi hijo no tuvo la oportunidad porque el disparo fue desolador”.
“Es un equipazo el del hospital. Gente de fierro, que me apoyó todo el tiempo. Nunca pensé ser tan querida en el hospital, porque soy bastante chinchuda y gritona. Tengo una amiga que me apodó ‘Violencia Ribas’, por el personaje de Capusotto”, reconoció mientras su rostro amagó con una sonrisa que nunca llegó.
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