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Sábado 15.10.2016 - Última actualización - 04.01.2017 - 13:49
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Sin justicia

Un balazo en el corazón del "Flaco"

Gerardo Testi tenía 70 años cuando fue asesinado por asaltantes en barrio Siete Jefes a fines de 2014. Los criminales lograron mantenerse impunes.

Gerardo Testi, frente a su casa, junto a su esposa y una vecina, había hablado con El Litoral sobre la inseguridad, unos meses antes de ser asesinado. Crédito: Archivo El LitoralGerardo Testi, frente a su casa, junto a su esposa y una vecina, había hablado con El Litoral sobre la inseguridad, unos meses antes de ser asesinado.
Crédito: Archivo El Litoral

Gerardo Testi, frente a su casa, junto a su esposa y una vecina, había hablado con El Litoral sobre la inseguridad, unos meses antes de ser asesinado. Crédito: Archivo El Litoral

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Sin justicia Un balazo en el corazón del "Flaco" Gerardo Testi tenía 70 años cuando fue asesinado por asaltantes en barrio Siete Jefes a fines de 2014. Los criminales lograron mantenerse impunes.   Gerardo Testi tenía 70 años cuando fue asesinado por asaltantes en barrio Siete Jefes a fines de 2014. Los criminales lograron mantenerse impunes.

Joaquín Fidalgo
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“El Flaco” Testi vivía preocupado por su seguridad y la de su familia. Una serie de “entraderas” perpetradas en su barrio, Siete Jefes, en plena zona de la costanera santafesina, lo había llevado a comprar dos armas de fuego. Finalmente, su pesadilla más temida se hizo realidad a fines de 2014. Dos delincuentes asaltaron su hogar y le arrebataron la vida.


Gerardo Testi tenía 70 años y, junto a su esposa, Manuela Paulón, vivía en donde se cruzan la calle Laprida con el pasaje Cingolani. Fue el último gerente de Casa Testi, un emblemático negocio céntrico familiar de nuestra ciudad que ofrecía ropa para caballeros, que fue fundada a comienzos del siglo XX y que debió cerrar por una de las tantas crisis del país, en los ’90.


“El Flaco” se jubiló unos años después. Comenzó a correr en la Costanera allá por los ’70, cuando no muchos lo hacían. Seguía haciendo ese ejercicio, a pesar de su edad.


Una noche de 2012, luego de una fiesta, cuando volvió a su hogar junto a su esposa, halló la casa revuelta. Ladrones habían ingresado y se habían llevado valiosos artículos. Un año más tarde, un grupo de malvivientes trató de forzar con una barreta su puerta de entrada principal. No sin esfuerzo, logró espantarlos con un rifle de aire comprimido. Esa semana, compró dos armas de fuego.


Noche trágica


Pero lo peor ocurrió la noche del viernes 19 de diciembre de 2014. Gerardo cocinaba pollo a la cacerola. Mientras la comida se ponía a punto sobre la hornalla, colocó los cubiertos para tres personas en la mesa. Había invitado a su hijo Andrés para que los acompañe.


Manuela, por otra parte, había asistido a una reunión de acción católica. Cerca de las 22.30, pasó por el departamento de Andrés para buscarlo, pero el joven había olvidado la cita y ya tenía otros planes. “Ahora llamo a papá para pedirle disculpas”, le dijo a su madre. “No te preocupes. Al pollo lo dejamos para mañana. Yo ahora voy para allá”, le respondió la mujer.


Luego, ella manejó el automóvil hasta su hogar, estacionó y bajó. Demoró unos minutos en entrar, porque antes de abrir la puerta leyó la estampita que le habían regalado. Entonces fue sorprendida por dos delincuentes fornidos y violentos. Uno de ellos roció sus ojos con gas pimienta. Aturdida, Manuela fue atacada salvajemente. Recibió un fuerte golpe en la cabeza. Además, le lastimaron el brazo cuando forcejearon con ella para arrancarle la cartera. La mujer alcanzó a gritar para pedir auxilio a su marido, antes de caer en estado de shock. Cuando recobró la conciencia, el químico todavía le impedía ver. Sólo tropezó con un cuerpo tirado en el piso, pero no logró determinar de quién era. Entonces corrió para pedir auxilio a los vecinos.


Gerardo Testi ya había muerto cuando llegó al lugar un equipo sanitario de emergencia. En vano, los médicos trataron de reanimarlo. Un balazo le había atravesado el corazón. Los asesinos habían escapado corriendo.


Sospecha


“Un vecino me mandó un mensaje de texto. Me decía que vaya urgente a la casa de mis padres, porque habían sufrido un accidente. Jamás me imaginé algo así. Cuando llegué, estaban haciendo maniobras de resucitación de mi viejo. Traté de alentarlo. ‘Vamos Gerardo. Soy Andrés. Vamos que podemos salir adelante’, le dije. Pero enseguida me di cuenta de que ya no había nada por hacer”, recordó Andrés Testi, que desde entonces batalla para que la investigación del caso no quede en la nada.


“Además de la cartera de mi mamá -agregó-, se llevaron una de las armas de mi viejo. Probablemente, lo mataron con ella. Le pedí a los fiscales que rastreen el celular que había dentro del bolso, pero por lo que sé nunca lo hicieron. Tampoco fueron peritados algunos balazos que quedaron en una pared. A nosotros nos llama la atención que la zona haya estado libre de vigilancia policial en ese momento. Por esa época, había siempre custodia, pero esa noche no quedó nadie. Hoy, la investigación está totalmente frenada. A mi mamá, le hicieron hacer identikits recién varios meses después. Desde el primer momento, me di cuenta de que el crimen no se iba a resolver y lo dije públicamente. Es agotador, porque uno, como víctima, tiene que cerrar su duelo y empujar solo todo el tiempo. Tiene que ser uno el investigador. Es muy difícil para quien no se dedica a eso”.

 

“Nos mataron a los dos”

 

“A mi viejo no lo voy a recuperar más, pero peleo para que su muerte sirva para algo, para que las cosas cambien, para vivir en un lugar mejor”, afirma Andrés Testi, hijo de la víctima. Foto: Pablo Aguirre

 

“Yo estoy buscando justicia. Ya se que a mi papá nada me lo va a devolver, pero quiero vivir en un lugar mejor. Quiero volver a vivir en la Santa Fe de mi niñez. Cuando lo asesinaron a mi viejo, nos mataron a los dos. Me robaron todo. Me robaron el pasado, porque me cuesta mucho recordar los momentos lindos de mi infancia, cuando estaba con él. Todos los que fuimos víctimas o somos familiares de víctimas luchamos para darle un sentido al absurdo que nos tocó vivir, y que seguimos viviendo a diario. Nuestros muertos tienen que ser mártires y también héroes. Sus muertes tienen que servir para cambiar las cosas. Cuando me dejaron sin mi viejo, también me robaron el futuro, porque si esto queda así, la vida no vale absolutamente nada. Yo tengo todas las posibilidades de irme a vivir a fuera, por mi profesión, pero siento que si lo hago voy a dejar totalmente inconclusa una parte importante de mi vida”, aseguró Andrés Testi.

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