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Domingo 08.05.2022 - Última actualización - 15:11
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Línea directa: "Situación del Museo de la Ciudad", "Preocupación por los superpoderosos" y otros mensajes

INSTANTÁNEA - INSTANTÁNEA - "La ciudad se eleva"
Crédito: Mauricio Garín

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Situación del Museo de la Ciudad

 

ENRIQUETA GONZÁLEZ

 

"Les pido si pueden averiguar qué pasó con el Museo de la Ciudad, que tenía la Municipalidad de Santa Fe. Asimismo, quería decir que desapareció la parte de los altos del museo Sor Josefa Díaz y Clucellas ¡no está más! Lo que sí, ahí había una escalera espantosamente alta y la gente no iba; ¡pero yo sí lo hacía! Yo sugiero que a esa parte la trasladen a un mejor lugar, ¡pero tenerla!, porque lo que allí se exponía eran las cosas que cotidianamente usaba la gente. No es algo histórico, sino lo de uso diario, de la vida común".

 

N. DE R.: Según informa la Secretaría de Educación y Cultura del Municipio: el Museo de la Ciudad funciona precisamente en la planta alta del Sor Josefa Díaz y Clucellas (como espacio de trabajo y allí se guarda su colección). Por problemas edilicios estructurales y de accesibilidad, no se pueden usar esas salas como espacios exhibitorios. Ese organismo acaba de inaugurar la siguiente muestra en el hall de la Municipalidad.

 

Puede interiorizarse más a través del siguiente link: https://santafenoticias.gob.ar/viste-sentidos-una-memoria-textil-de-la-sociedad-santafesina/

 


 

Preocupación por los superpoderosos

 

UN LECTOR

 

"Hay algunas cuestiones del mundo actual que no dejan de preocuparme y llamarme la atención; y de preocuparme cuando veo que nuestros gobernantes no los toman en cuenta siquiera. Por ejemplo, más del 90 % de las redes de comunicación satelitales o por cable del mundo están en manos privadas. Es decir que si mañana 5 magnates de la comunicación, como el fabricante de autos Tesla, nos quieren dejar incomunicados a los 6.000 millones de habitantes del planeta, lo pueden hacer tranquilamente. Entonces, yo me pregunto ¿cómo es que las Naciones Unidas, cuando regulan la relación entre los Estados no son capaces de reglar este tipo de actividades que afectan a todo el mundo y dejan libremente que un particular con dinero haga lo que quiera en el campo de las comunicaciones. Hasta lo dejaron a un presidente de la primera potencia del mundo, como es Trump (y no es que goce de mi simpatía) incomunicado. No pertenecía a ninguna red de comunicación. Me preocupa mucho, porque nuestros gobernantes -que se ocupan de pequeñas cosas y en otras que no tienen que ver con la necesidad del ciudadano- no piensan en estos temas importantes ¡¿qué se van a ocupar si no deja ningún dividendo?! Otra cuestión es la de los viajes espaciales, de turismo, científico, a la Luna, a Marte,... Digo: ¿no deberían también contar con una regularización por parte de la organización súper nacional, que es las Naciones Unidas? ¿Cómo es posible que un privado coloque una máquina en la atmósfera terrestre sin pedirle permiso a nadie?, dejando después restos de basura y chatarra espacial, complicándole la vida a la humanidad... Son cuestiones que alguien las tiene que reglamentar y esa es la inútil Naciones Unidas: ha demostrado su inutilidad en los conflictos que hoy atraviesan a la humanidad".

 


 

LLEGAN CARTAS

 

Directo al corazón

 

SUSANA PIERONI

 

Por la gran necesidad que la gente tiene de buscar y encontrar a Dios, les comparto la siguiente reflexión:

 

Hoy me basaré en un pasaje del Antiguo Testamento (Isaías 66: 1-4), que más me ha conmovido, ya que me dio revelación de cómo es el corazón del Padre. Él manifiesta: "El cielo es mi trono y la tierra es el estrado de mis pies". Imaginémoslo sentado en su trono y sus pies, pisando la tierra. ¡Qué grande es! Ocupa todo el Universo.

 

También pregunta: "¿Dónde está la casa que me habéis de edificar y dónde el lugar de mi reposo?". El Padre no busca una vivienda de material ni grandes templos, construidos por el hombre, que un día se van a destruir. Si bien necesitamos un lugar donde congregarnos, la idea no es material sino espiritual. Busca un corazón para habitar, en el ser humano.

 

Debemos ser "pobres y humildes de espíritu, que tiemblan a mi Palabra". Jesús lo dejó bien aclarado, en Mateo 5: 3, en el Sermón de la Montaña: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos".

 

Al decir pobre de espíritu no se refiere a lo material, sino a aquellos que se dejan corregir, enseñar, aconsejar; que tienen un corazón perdonador; que no son altaneros sino sumisos, y muchas cualidades más... Es necesario tener temor reverencial a Dios. Recordemos las palabras de Santiago: Él resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.

 

Los versos 3 y 4 de Isaías 66 son para interpretar profundamente, con entendimiento: Dios dice: me construyen un templo grande, hermoso, pero yo no estoy allí...

 

He visto pastores empeñados en construir el mejor templo, y no está mal; pero el énfasis debe centrarse en enseñar que Dios busca habitar en el corazón de cada persona.

 

En Isaías, leemos: me traen las mejores ofrendas, vienen a mi templo hecho de piedras, sacrifican, pero yo no estoy en sus corazones, porque no perdonan, no cambian de vida, y los sacrificios que hacen es como si los hicieran para los ídolos. Yo les hablo y no me oyen, hacen todo lo que me desagrada; no tienen temor y ya ni siquiera vienen al templo...

 

Dios busca habitar es nuestro cuerpo, corazón, alma y espíritu; quiere tener comunión con el hombre. Cada uno de nosotros somos su iglesia, su templo. La atmósfera de lo que va a ser la reunión en el templo nace primero en nuestro corazón, donde se manifiesta adoración, gratitud, temor, entrega, paz, amor, quebranto... En Isaías 29: 3 y en Mateo 15: 8 encontramos que: podemos ir, estar físicamente, pero con el corazón lejos de Él. "Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí", manifestó.

 

Esto nos lleva a mirarnos interiormente y preguntarnos si Dios habita en nuestro corazón. Es fácil comprobarlo: tu mente lo recibe y tu corazón lo acepta; somos agradecidos, buscamos congregarnos, perdonamos rápido, no guardamos rencor, dejamos de quejarnos; le creemos a Dios como lo hace un niño. No cuestionamos su palabra. Obedecemos, aunque nos cueste. Vamos cambiando la forma de hablar, de contestar. Disfrutamos del gozo de sabernos salvos, por medio del sacrificio de Jesucristo en la cruz. Le servimos con nuestro tiempo, dinero, familia. Buscamos el bien de los demás. Amamos su Palabra, la leemos, estudiamos, escudriñamos y guardamos en el corazón. Soportamos las pruebas más duras y difíciles. Huimos de la tentación, por más irresistible que sea. Amamos al prójimo, al enemigo; a ese jefe intolerable; a esa esposa o esposo colérico, de mal carácter... A los perdidos. Sentimos pasión por hablarles a todos de Jesús y llevarlos a sus pies. Invertimos tiempo buscando a los perdidos y sobre todas las cosas, cuidamos el testimonio y nuestra conducta. Lo más precioso es aprender a oír su voz y sentir su presencia.

 

Cuando Él habita en nuestro corazón sabemos que nos ama y perdona; y comienza a nacer una relación de un padre con su hijo. Ya no es una religión: es una relación hermosa. Y hay muchas bendiciones más que nos trae esta relación.

 

El tiempo de la pandemia, fue la prueba más grande para la iglesia. Los templos se cerraron. Pero para Dios no fue una dificultad, porque Él habita en el corazón de sus hijos. Cada hogar se convirtió en un templo, donde se adoraba, se leía su Palabra. Para su iglesia tampoco fue un problema, porque Él habita en el corazón de su pueblo. No en la mente o en un templo.

 

No podemos hablar, ni amar al Padre con nuestra boca. No busques a Dios en los templos, sino en tu corazón. Nuestro cuerpo es su templo y nuestro corazón su habitación.

 

Es una ley del cielo. 

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El texto original de este artículo fue publicado en nuestra edición impresa.
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