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Martes 01.03.2022 - Última actualización - 10:50
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Hace 56 años, en Tokio, Roquiño nos daba el segundo título mundial...

Cuando el ex boxeador Horacio Acavallo siguió los pasos del gran Pascual Pérez

Fue botellero, faquir, lustrabotas, vendía caramelos y chocolates en las canchas de fútbol y lo llamaban “El Tarzán del subdesarrollo”. 

Horacio Acavallo junto a Amílcar Brusa. Crédito: ArchivoHoracio Acavallo junto a Amílcar Brusa.
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Horacio Acavallo junto a Amílcar Brusa. Crédito: Archivo

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Hace 56 años, en Tokio, Roquiño nos daba el segundo título mundial... Cuando el ex boxeador Horacio Acavallo siguió los pasos del gran Pascual Pérez Fue botellero, faquir, lustrabotas, vendía caramelos y chocolates en las canchas de fútbol y lo llamaban “El Tarzán del subdesarrollo”.  Fue botellero, faquir, lustrabotas, vendía caramelos y chocolates en las canchas de fútbol y lo llamaban “El Tarzán del subdesarrollo”. 

Tomás Rodríguez

 

 

Hace 56 años, el 1 de marzo de 1966, en Tokio, Japón, el monarca argentino y sudamericano Horacio Enrique Accavallo, se impuso por decisión dividida al nipón Katsuyoshi Takayama, adjudicándose el título mundial de la categoría mosca.


En el camerino, después de la significativa victoria, “Roquiño” , con 1,58 m. de altura y parecía un pibe de 12 años, con el mechón castaño sobre la frente, si no fuera por esa cara arrugada, endurecida de tanto ingeniársela para vivir, declaró a la prensa universal que cubrió el acontecimiento, en forma especial a los argentinos: “Esta es la primera vez que peleé sin pensar en el dinero, ni en mí. Sólo lo hice por la Patria…”.


A su lado, don Juan Aldrovandi, su adiestrador, trataba de contener las lágrimas, mientras el relator Eugenio Ortega Moreno, los comentaristas Ulises Barrera, Ernesto Cherquis Bialo y otros colegas, Norberto Fiorentino, el inolvidable anunciador del Palacio de los Deportes que hizo de asistente técnico; el joven administrador y gerente del Luna Park, Juan Carlos “Tito” Lectoure y el médico lloraban por el éxito del púgil argentino.


El llamado también “Tarzán del Subdesarrollo” había explicado que “la culpa de que yo combata en la categoría mosca la tuvo mi viejo, que no me pudo dar bien de comer”, declaró. Accavallo nació  el 14 de octubre de 1934, en una casita de chapas de Villa Diamante, en Lanús, en una familia de inmigrantes, su padre un calabrés de Potenza y su madre española; el sueldo municipal no alcanzaba para darle de comer a cuatro hijos.
A la escuela fue hasta tercer grado y a los 10 años empezó a trabajar de botellero; además de recolector de cartones, faquir; después entró al famoso circo de los Hermanos Sarrasani (ganaba 20 pesos de entonces), donde actuó de payaso, malabarista y trapecista hasta que se fue a Brasil. Jugó al fútbol en las inferiores de Racing, previamente su padre, Don Lucano, nacido en Pietrapertosa, provincia de Potenza, se oponía a que practicara el deporte de las Narices Chatas: “Osté tiene que trabacar… Qué boseo ni boseo”.


Luego lustró zapatos en Pompeya y Parque Patricios, vendió diarios en Avellaneda; los sábados y domingo en las canchas lo hacía con turrones, chocolatines y caramelos con Chuenga. A los 16 años peleó en la Sociedad de Fomento de Villa Diamante, después casi siempre triunfó, como aficionado ganó 39 de 40 combates y en la revancha noqueó a su único vencedor, José Prusiano.

 

 

Imágenes del homenaje que se le hizo a Acavallo en el Luna Park cuando volvió a la Argentina tras la pelea.Foto: Archivo El Litoral

 


En 1956 lo declararon profesional, dos años más tarde, invicto con siete encuentros, se fue a Europa (Italia, Francia) ganados. Eufórico, con el cinturón del mundo, dijo que “el boxeo pule a la gente, la pone culta, yo soy un botellero (con tercer grado) estudié y habló francés e italiano, entre otros idiomas; le explica al Maestro Aldrovandi que guarde la carpeta que incluía una foto de Perón con la banda presidencial, otra de Pascualito Pérez y una vedete de la revista “Para Ti”.

 


“Roquiño” defendió su título en tres oportunidades, venciendo al japonés Hiroyuki Ebihara (dos veces) y al mexicano Efrén Torres, parecía una pelea callejera. En los 12 años de profesionalismo subió al cuadrilátero en 84 oportunidades, venciendo en 76, con 33 fuera de combate. Empató seis y perdió solamente dos.

 

Tuvo su gran oportunidad cuando saltó del quinto al segundo lugar en el escalafón mundialista, Accavallo venía de una extensa campaña boxística en Italia de donde era oriunda su familia y en la Argentina comenzó a edificar su carrera en base a mucho sacrificio de la mano de “Tito”, el mandamás del boxeo argentino. Fue el mismo Lectoure quien le consiguió la chance mundialista y vaya paradoja del destino fue en Japón en el Nippon Budokan en Tokio, donde 11 años atrás, el 26 de noviembre de 1954, se había coronado campeón mundial Pascual Pérez (el único campeón mundial argentino que ganó medalla de oro en las Olímpiadas) fue al vencer a Yoshio Shirai. 
Acavallo apareció en todo su esplendor como cuando venció por paliza a Salvatore Burruni, entonces campeón universal, en los últimos cinco asaltos. Y fue amplia la superioridad del argentino, aunque en el 14to. asalto, un evidente cabezazo le abrió la ceja al visitante que apabulló al monarca sobre el cierre de la lucha.
Cuando se conoció el fallo, muchos argentinos saltaron al ring para llevar en andas al flamante campeón mundial. El embajador argentino, Dr. Raúl Balbín y gente de la diplomacia de nuestro país, con banderas argentinas celebraron tan significativa conquista.

 

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