Por César Miño

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Tal como se esperaba, en un partido absolutamente condicionado por los kicks, Sudáfrica venció a Gales por 19 a 16, transformándose en el segundo finalista de la Rugby World Cup 2019. De este modo, el sábado venidero, a las 6 (hora de nuestro país), se medirá con Inglaterra, en busca de la preciada Webb Ellis Cup, que ambos ya tuvieron ocasión de poseer en sus manos.

La etapa inicial estuvo signada por la intensidad, la reiterada utilización de los puntapiés y una nítida superioridad de las defensas sobre los ataques. Obviamente, para que ello ocurriese, resultaron más que oportunas las imperfecciones y la falta de cretatividad denotada por ambos protagonistas.

El 9 a 6 del parcial favorable a los Springboks, fue un fiel reflejo de los olvidables cuarenta minutos iniciales, en los que ambos quedaron claramente en deuda.

El complemento arrancó con características similares, más allá que hubo una incipiente predisposición a tomar un poco más de riesgos, que alimentó la ilusión de presenciar una semifinal un poco más acorde a las potencialidades de sus actores.

Los Red Dragons llegaron a la igualdad y los Boks parecieron sentir el impacto, intentando alcanzar un poco más de protagonismo. A los 17 minutos, Damian de Allende, que se viene destacando en esta instancia definitoria del torneo, logró atravesar un par de líneas defensivas galesas, apoyando el primer try del encuentro.

Duró demasiado poco la alegría sudafricana, ya que minutos después, tras una imperfección propia, Gales se posicionó en proximidades del ingoal verde; percutió una y otra vez con sus forwards, forzando un penal que sería clave.

En lugar de buscar los postes, los europeos pidieron scrum y el riesgo tuvo sus frutos, ya que a partir de la clara obtención, desplazaron la pelota hacia uno de los extremos, donde Josh Adams se dio el gusto de apoyar un nuevo ensayo.

Con el goal de Biggar quedó plasmada una nueva igualdad: esta vez, en 16 puntos, reeditándose la misma historia que se había escrito a lo largo de casi todo el desarrollo. 

En ese contexto, fue el elenco Bokke el que logró posicionarse un poco mejor, gestando la infracción que derivó en el penal que ejecutado por el infalible Pollard (tuvo ciento por ciento de efectividad), permitió asomarse a la anhelada victoria.

Los cuatro minutos que restaban fueron muy bien manejados por Sudáfrica, que se posicionó en terreno adversario y se encargó de mantener la posesión de la pelota. Lo logró y con creces, ya que con tiempo cumplido forjó un penal que en lugar de ser utilizado para ampliar la diferencia, sirvió para buscar el touch e iniciar el tan contenido festejo por haber alcanzado la posibilidad de conseguir su tercer título ecuménico.

Obviamente, no será para nada sencillo lo que resta, ya que enfrente estará el Rose Team, que hasta aquí, en materia de producciones, fue el mejor de los veinte que dieron vida al primer Mundial en el continente Asiático de la historia.