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Martes 06.08.2019 - Última actualización - 7:20
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Entrevista

"El acuerdo Mercosur-UE se entiende desde la política, no desde la economía"

“La concreción de las negociaciones les sirvió también a los bloques en sus agendas domésticas”, explica la doctora en Relaciones Internaciones Julieta Zelicovich.

 Crédito: Julieta Zelicovich
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Entrevista "El acuerdo Mercosur-UE se entiende desde la política, no desde la economía" “La concreción de las negociaciones les sirvió también a los bloques en sus agendas domésticas”, explica la doctora en Relaciones Internaciones Julieta Zelicovich. “La concreción de las negociaciones les sirvió también a los bloques en sus agendas domésticas”, explica la doctora en Relaciones Internaciones Julieta Zelicovich.

—¿Qué se firmó entre el Mercosur y la Unión Europea?

—Firmar no se firmó nada. Se alcanzó un acuerdo respecto de los contenidos que tendrá el pilar comercial del acuerdo de asociación entre ambas regiones. Los otros son el político y el de cooperación. Esto comenzó a negociarse en 1995. En 1999 el Parlamento Europeo le dio a la Comisión Europea el mandato para negociar el pilar comercial y tras 20 años, con avances y frenos, podemos decir que entre 2016 y el 28 de junio de junio de 2019 las partes llegaron a un acuerdo respecto de los contenidos. Para que se firme tiene que terminarse de redactar el acuerdo, pasar por la revisión técnica legal y por las traducciones.

 

—¿Estos distintos capítulos y subcapítulos que se acordaron tienen que ser discutidos? Porque son temas vinculados a la industria, el sector agropecuario y se supone que es necesario un consenso previo de los involucrados.

—El contenido de las negociaciones entre los bloques negociantes ya se acordó. Lo que ahora falta es terminar de redactar la cuestión técnica, pero el 90 por ciento del acuerdo está completamente redactado.

 

—¿Que obstáculo podría aparecer en lo que resta de la redacción del acuerdo hasta la firma?

—Los plazos, que en Cancillería estiman serán de diez meses hasta completarse. Hay una fuerte decisión política de concluirlo con lo cual las cuestiones técnicas remanentes se van a resolver. Y luego vamos a encontrarnos con dos momentos: uno será el de la firma de la Comisión Europea y los miembros del Mercosur, y el otro la ratificación para su entrada en vigor. Si la UE lo considera un acuerdo de competencias mixtas, que lo es, va a requerir de dos procedimientos: por un lado que el Parlamento Europeo apruebe la parte comercial, después que el Consejo Europeo le dé el OK por mayoría. Y por el otro, la parte política y de cooperación como es de competencia de cada uno los Estados por lo cual deberá pasar por los legislativos de cada uno de ellos. Del lado del Mercosur cada país debe someterlo a sus legislativos. Ahí los obstáculos son los equilibrios políticos partidarios en la disputa de los distintos modelos de inserción internacional y de desarrollo.

 

—¿Creés que se van a poder compatibilizar todos estos intereses sectoriales o se puede firmar con ellos en desacuerdo?

—Hay que poner en foco por qué el acuerdo se firma. Si uno lo analiza desde la parte económica, difícilmente pueda explicarlo. Se entiende cuando se ponen sobre la mesa los intereses políticos estratégicos de cada una de las partes, tanto en su proyección internacional como doméstica. Se explica porque cada una de las partes deja de estar interesada de manera exclusiva en cuál es su mejor canasta de ganancias para poner en juego otras cuestiones. La UE plantea que los acuerdos de libre comercio son su manera de llevar sus valores al mundo y de ordenar la gobernanza global a las necesidades de Europa. Es su manera de disputar el juego de poder en el mundo. Y el Mercosur dice que en un contexto de crisis de la globalización prefiere un orden basado en normas y entiende que estos acuerdos sirven para ello. Es un acoplamiento a la estrategia europea.

 

—No habría que perder de vista la cuestión local.

—Este acuerdo, además, le sirvió a las partes en su agenda nacional: a la Comisión Europea en la disputa por la renovación de autoridades y a los gobiernos de Argentina y Brasil en sus agendas, electoral en el caso de nuestro país, y en la compleja situación política de Bolsonaro, para cambiar la dinámica de críticas. Creo que esta misma ecuación política va a jugar en la ratificación. Europa ya lo ha hecho con acuerdos más complejos como el que llevó a cabo con Canadá. Y de hecho tiene mucho más para ganar que el Mercosur, por lo tanto es esperable que lo ratifique más allá de la resistencia de los agricultores y ambientalistas. De hecho, a éstos los gobiernos europeos le han prometido paquetes de apoyo para conseguir su aval en el proceso de ratificación.

 

—¿Y del lado del Mercosur?

—La ratificación se va a encontrar con algo que se dijo en la Cumbre de Santa Fe pero que todavía no está en ningún documento, que es que los presidentes plantean modificar la forma en que el Mercosur implementa los acuerdos de libre comercio. Hasta ahora requirieron la aprobación de los cuatro países miembro para mantener la integridad de la Unión Aduanera. Ahora se plantea un régimen de entrada en vigor anticipada. Cada vez que un legislativo lo ratifique, el acuerdo entrará en vigor en el territorio de ese país. En ese escenario se crea un mecanismo de presión sobre los legislativos para ratificarlo porque si un solo miembro del Mercosur lo hace, genera pérdidas para el resto sin ninguno de los beneficios potenciales del acuerdo. En ese escenario se debilitan las posiciones contrarias, se vuelve más caro no ratificarlo que ratificarlo.

 

—Eso se planteó en la Cumbre y también se puso mucho énfasis a la necesidad de bajar el arancel externo común.

—El arancel externo común hoy ronda el 14 por ciento y aparece en promedio como más alto que en otras regiones del mundo, con la diferencia de que es un arancel bastante parejo mientras que otras regiones del mundo -como Europa- tienen un arancel promedio más bajo pero hay sectores que están altamente protegidos. De hecho, Europa tiene sectores con picos de protección mucho más altos que el Mercosur. Esta demanda de bajar el arancel externo común viene del lado brasileño, para adecuar las estructuras de protección arancelarias a su nueva configuración industrial donde hay una mayor provisión de insumos extra zona y una mayor integración en cadenas globales de valor que hace 20 años. El arancel genera costos para las empresas transnacionales que operan en las cadenas globales de valor pero reduce el desvío de comercio en el Mercosur, del que viven muchas de las empresas de la región.

 

—Estoy pensando en el sector automotor.

—Ahí lo que se plantea es una reducción en la que ganan empresas como General Motors, pero pierden muchos de los proveedores locales regionales que se verán forzados a revisar sus procesos productivos, a optimizar sus mecanismos de producción. Es una demanda de la globalización que choca con modelos más desarrollistas o autonomistas y que genera un muy precario equilibrio al interior de las economías. Para Argentina éste es el precio que debe pagar para que el Mercosur se mantenga como tal porque la posición de Bolsonaro, acompañada por Uruguay, era transformar el Mercosur en una zona de libre comercio.

 

Otros tratados

 

—A los pocos días de conocido el acuerdo, el presidente y el canciller anunciaron que iban a avanzar con acuerdos similares con Canadá, Corea y hasta EE.UU. ¿Lo crés viable en el contexto internacional actual?

—El Mercosur tiene actualmente en negociación acuerdos de libre comercio con Canadá, Efta, Corea del Sur e iniciándose con Singapur y Japón. La lógica es que una vez que una región comienza a negociar estos acuerdos de libre comercio profundos se desata un dominó porque se generan interacciones estratégicas con otras regiones que quieren obtener los mismos beneficios. Se genera un incentivo y hay una tendencia global a avanzar en la firma de estos acuerdos de libre comercio profundos que está impulsada por las corporaciones transnacionales, las empresas multinacionales, farmacéuticas y los negocios financieros que acompañan las grandes inversiones. Por el lado de la negociación deseada por los gobiernos locales con EE.UU., se trata de una declaración de tipo política que responde a cómo juega cada uno de los países en la disputa de la gobernanza global y con quién quieren sellar sus alianzas. Por ejemplo, el gobierno de Bolsonaro está haciendo una apuesta muy fuerte a afianzar su relación con los EE.UU. haciendo gestos de concesiones inéditos en la política exterior brasileña. Ahora ¿Hay una reciprocidad por parte de EE.UU.? Hasta la fecha, no. El Mercosur no es considerado una zona estratégica y me resulta muy difícil imaginar como en un gobierno como el de Trump, donde la política comercial tiene otros matices, aparezca un acuerdo de libre comercio con Mercosur, con las dificultades que el gobierno está teniendo actualmente para ratificar el Nafta y fundamentalmente por los reclamos en el Congreso de los demócratas respecto de la vinculación con México.

 

—¿Cómo incide en el vínculo con EE.UU. que las inversiones chinas sean más importantes en Argentina que en Brasil?

—El acuerdo si se negocia con EE.UU. hay que hacerlo de manera conjunta con Brasil. Con China, la estrategia es de corte bilateral por interés de China para negociar con mayor poder y porque Paraguay no reconoce a China. Y finalmente China no necesita un acuerdo de libre comercio para sus importaciones y exportaciones del Mercosur.

 

—¿Es mejor o peor para el país y la región este acuerdo?

—Hay que separar las cosas. La firma de acuerdos de libre comercio asimétricos como el del Mercosur UE tienen un impacto sustancial en el modelo de desarrollo y la estrategia de inserción internacional. La discusión sobre estos temas no se dio y el proceso de negociaciones no fue abierto a la ciudadanía, a la participación de los legislativos, no fue suficientemente transparente y podría haber sido de otra manera. Pero el acuerdo tiene tal avance que estimo que los costos de volver atrás y revertir esta situación son más elevados con lo cual hay que poner en foco qué hacer para sacar lo mejor, reducir los impactos negativos y hacer mucha presión en qué cosas se van a sancionar al mismo tiempo que este acuerdo, sobre todo si se aplica el mecanismo de ratificación anticipada y otros legislativos del Mercosur lo aplican antes de Argentina. El hecho de que nuestro país no lo ratifique va a implicar la ruptura del Mercosur, un menor ambiente de negocios en los destinos donde van nuestros productos de mayor valor agregado, una menor reputación internacional y un mayor riesgo para las inversiones con lo cual llegado a este puntode la reversión de la política dar marcha atrás es lo mas costoso.

 

Los efectos en nuestro país

 

—El gobierno argentino ha publicitado este acuerdo como una herramienta para mejorar la competitividad y la productividad. ¿Creés que va a tener este efecto?

—Sólo va a tener ese efecto si sirve como presi•n para que el gobierno sancione medidas que conduzcan a que se incremente la productividad y la competitividad de las empresas locales, cuyo principal problema no es el arancel, ni las prácticas aduaneras. Hablemos de los costos del transporte al interior de la Argentina o de la base impositiva. El acuerdo puede servir como un mecanismo de presión temporal. Si el gobierno no conduce a crear un entorno competitivo antes de la entrada en vigor y aplicación de los cronogramas de desgravaciones arancelarias va a significar una contracción importantísima de nuestro entramado industrial. Si el acuerdo sirve como un mecanismo de presión para que el gobierno efectivamente comprometa recursos en asistir a las industrias puede servir. El acuerdo de libre comercio es un medio para un fin, no es nunca un fin en sí mismo y no le podemos asignar cosas que por sí solo no hace.

 

—¿Hay riesgos de que la economía argentina se primarice a partir de la entrada en vigencia de este acuerdo?

—Los estudios de impacto estiman un incremento en la participación sobre las exportaciones de los sectores de alimentos y agrícolas. Un aumento de éstos y un menor contenido industrial lleva a una primarización. Ahora, el flujo de comercio a Europa no es el total de nuestros flujos comerciales ni es donde se concentran nuestras exportaciones industriales, sino que actualmente nuestro flujo de comercio con Europa es exportar alimentos y productos agrícolas o derivados e importar bienes de capital o de consumo final. En este sentido el acuerdo no alcanza a primarizar el total de la economía y es fundamental poner el foco en los destinos donde sí se exportan productos con valor agregado que es América Latina. El desafío es cómo compensamos los efectos del acuerdo, cómo hacemos para que quienes sean los potenciales ganadores efectivamente ganen, como preparamos a las empresas para que efectivamente puedan ganar con las desgravaciones arancelarias y los compromisos para acceder al mercado europeo, cómo hacemos para fortalecer a aquellas empresas que se van a ver amenazadas con importaciones europeas y cómo hacemos para fortalecer nuestra presencia en el mercado latinoamericano.

 

—¿Cómo te imaginás que este acuerdo puede afectar la vida cotidiana de los argentinos? Por ejemplo, en el empleo o en la inversión.

—Todos estos acuerdos impactan en el empleo, la inversión y el consumo. Cuando sacás los aranceles se genera un efecto sobre los precios. En un primer momento habrá efectos inmediatos sobre los costos de los productos. Algunos van a bajar de precio y va a haber mayor presencia de productos europeos que van a competir con los locales, que van a tener que bajar los precios para seguir teniendo presencia en el mercado. Eso va a afectar a las distintas cadenas productivas, va a afectar la oferta disponible para los consumidores y según el impacto en la industria va a afectar el empleo. En el mediano y largo plazo pueden darse eslabonamientos productivos, aprovechamiento de oportunidades que se generen vinculadas a potenciales inversiones. Allí los efectos se vuelven más difíciles de estimar pero hay una apuesta a aquellas áreas que Argentina puede exportar vinculados a servicios de conocimiento, hay algunas estimaciones respecto a cómo las mejoras en las prácticas aduaneras de transparencia podrían mejorar entornos competitivos pero claramente son insuficientes para comprender todo el proceso macroeconómico argentino.

 

 

 

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