
Por Juan Martín (*) El 1° de marzo el presidente Alberto Fernández dio inicio a un nuevo período de sesiones ordinarias ante la Asamblea Legislativa en el Congreso de la Nación. Se ha dicho mucho esta semana respecto al contenido de su mensaje. Fue un discurso errático, carente de propuestas, confrontativo e inquietantemente rudimentario. Pero hubo otro aspecto que los santafesinos y santafesinas no podemos dejar de subrayar: nuestra provincia brilló por su ausencia. Los verdaderos problemas de quienes vivimos acá, que se convierten en angustia y sufrimiento cotidiano para cada uno de nosotros, casi no tuvieron lugar en el discurso presidencial. La inseguridad es uno de esos flagelos, quizás el más urgente, y fue invisibilizado en el mensaje del primer mandatario. Lo afirmamos con ésta contundencia porque vivimos una verdadera crisis que nuevamente se ha acelerado en el inicio del año, con 45 asesinatos en dos meses en Rosario, y 17 en la Ciudad de Santa Fe, y la multiplicación de asaltos y robos a mano armada en las principales ciudades de la provincia. Pero el presidente sólo hizo consideraciones generales, sin ningún anuncio concreto respecto a qué va a aportar el Estado Nacional para enfrentar la conflictividad social y el delito organizado. Mientras tanto, aún esperamos por la promesa de envío de fuerzas federales que realizaron el presidente y el ministro de Seguridad el año pasado durante la campaña electoral. Iban a llegar 1.500, y hoy no sabemos dónde están, mientras el espiral de violencia sigue aumentando. No hay un plan concreto para enfrentar la inseguridad. El Presidente ignoró el tema. En el contexto en el que vivimos, no resulta una simple omisión, sino más bien lisa y llanamente la decisión de dejar a Santa Fe librada a su suerte. Lo mismo sucede con la educación, tan bastardeada ya en la provincia y el país. El presidente formuló algunos anuncios vagos y celebró el inicio de clases, pero en los hechos, esta semana en Santa Fe la gran mayoría de chicos y chicas no arrancaron las clases en la fecha prevista. Y es una posibilidad concreta que sigan perdiéndose días de clases, porque reinan la improvisación y la desidia. Recién en febrero se dio inicio a la paritaria nacional. ¿Qué hicieron durante todo el verano? Revertir la tragedia educativa en la que se hunde la provincia y el país no parece ser prioridad del oficialismo. Lamentablemente, este vínculo del kirchnerismo con Santa Fe no nos sorprende porque ha destratado sistemáticamente a nuestra provincia a lo largo de sus gestiones. Un sintético raconto de medidas y acciones que el gobierno de Alberto Fernández ha llevado adelante en estos dos años de mandato resulta bastante gráfico. Desde la reducción del corte de biocombustibles en los combustibles líquidos (perjudicando por lo tanto a un sector dinámico de la economía provincial), pasando por el cierre de exportaciones que afectó a la producción ganadera y la industria frigorífica; la improvisación en la concesión de la Hidrovía Paraná-Paraguay; la disparatada iniciativa para contener la inflación de crear un fideicomiso para maíz y trigo; la falta de intervención frente a los incendios; la distribución inequitativa y centralista de subsidios al transporte público. Y la lista sigue. Todo esto frente a la mirada complaciente del gobierno provincial que no le hace frente al central, y para quienes vivimos en la ciudad capital también del gobierno local, que ha dejado vacante ese rol de liderazgo que colocaba a la ciudad en el centro de la escena nacional. Santa Fe representa en gran medida a la Argentina Productiva, y quiere ser nave insignia del desarrollo. Esa que cree en la igualdad de oportunidades, reivindica el mérito y apuesta a vincularse con el mundo de forma inteligente. Y eso es lo que este gobierno destrata de manera sistemática y francamente asombra que sea con tanta saña. En un país que no crece desde 2011 y donde la mitad de nuestros compatriotas viven en la pobreza, el gobierno no piensa cómo sostener y crear más puestos de trabajo, sino que impulsa la agenda inversa: parece un plan organizado para matar a la gallina de los huevos de oro. Pero los santafesinos no nos resignamos. No vamos a bajar los brazos: merecemos vivir tranquilos, con mejor educación, con más oportunidades. Y vamos a seguir apostando por una Argentina pujante, dinámica y productiva. Aunque las usinas oficiales le nieguen trascendencia una y otra vez: Santa Fe existe. Y tiene un potencial extraordinario. Es hora de que el presidente se entere. (*) Diputado Nacional - Juntos por el Cambio
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